Wednesday, April 29, 2009

Metros y metros

Cualquiera diría que es una mañana de lunes como cualquier otra. Pero después de un par de semanas de nubes y claros, al respirar se puede notar que el aire está impregnado de una inquietante electricidad que lo enturbia todo. Es eso o quizá es el propio lunes y la manía de madrugar para ir a la uni a coger sitio, que me planta en el metro flotando entre vagones y gente con mi misma cara de sueño.
Me río para dentro cuando al coger el metro en Fabra i Putxet saco las llaves de casa en lugar de la tarjeta y me acuerdo del café con leche y el crusán de Super López y la parada imaginaria del Masnou.
En el vagón no hay casi nadie y me siento a leer. Pasadas dos o tres paradas mi sexto sentido me avisa de que alguien me esta observando. Es justo esa sensación que te atenaza el cogote y se extiende hacia la frente, haciendo que se frunza el entrecejo y se achinen los ojos. Como quien no quiere la cosa, aparto la mirada del libro intentando localizar a mi espía, pero no puedo descubrir quien es el que me está taladrando con su mirada. Nervioso, disimulando, guardo el libro y me dispongo a hacer trasbordo en Sagrera Familia.
La sensación no me abandona a lo largo del pasillo, pero pese a ir mirando por encima de mi hombro, no consigo identificarlo. Ya en el andén, me encamino hasta el final para sentarme en la escalera y así tener una visión completa de la estación y descubrir la identidad de mi perseguidor.

Sin suerte, y con el miedo creciendo parada a parada, empiezo a diseñar un plan que me ayude a desenmascararlo. Toma nota, consiste en hacer todos los cambios de línea posibles sin rumbo fijo mientras busco una cara que se repita en los andenes y vagones de metro. Así que cambio de línea en Vall D'Horta, Rambla Just Can Boixeres, Fontana del Liceu y Hospital de Sant Andreu. En Pubilla de Sants por fin consigo detectar una cara repetida. Pero aunque estoy convencido de que su mirada es la que me ha ido persiguiendo vagón a vagón no recuerdo haberla visto al principio.
Para asegurarme, salto del vagón y cambio dos veces más y casi me pongo a gritar cuando en el largo pasillo de Palau Paral·lel se funde un tramo de luces paralelas y queda todo entre tinieblas. Pasado el tramo y recuperando mi corazón desbocado, me subo de un salto al siguiente metro que pasa.

Intentando calmarme y convencerme de que no pasa nada, de que si alguien hubiera querido matarme o raptarme o lo que fuera ya lo habría hecho, miro el reloj y me doy cuenta que he perdido toda la mañana en esta persecución estúpida. Cuando levanto la vista veo que estoy llegando otra vez a Fabra i Putxet, donde empezó todo y me rindo y decido irme a casa. Es justo en el momento de bajar del metro que la sensación desaparece y me deja una especie de hueco que no sabría definir.

Las escaleras mecánicas no funcionan, así que subo andando. En el segundo tramo de escaleras vuelve a aparecer la sensación. Me giro bruscamente y veo debajo de mí la cara que estoy convencido me ha ido persiguiendo a lo largo de toda la mañana.

-¡Basta ya! -me atrevo a decir-. ¡Llevas siguiéndome todo el día! ¿Qué diablos quieres?
-Joder Luis, me responde. ¿Qué mosca te ha picado?
-¿Luis? Estás muy equivocado. ¡Me llamo Albert! ¿Qué quieres de mí? ¿¡Eh!? ¿Qué quieres?
-Tú sí que estás equivocado. Tira para casa que mamá debe tener ya la comida casi a punto. No seas imbécil.

Me quedo callado. No entiendo qué es lo que está pasando pero en algo tiene razón, a esta hora la comida debe estar ya casi a punto.